Guía para salir del clóset

24 junio, 2017 6 mins de lectura
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De inicio, la plena aceptación de una orientación o preferencia genérica lleva una serie de contrastes personales. Casi todas las culturas y sociedades han ensuciado ideológicamente al contacto sexual y a las dimensiones de la sexualidad; validándolos sólo la parte biológica, específicamente  la reproducción. Ese NO reconocimiento del placer y el erotismo, ni de la multidimensión del ser sexual, plantea y castiga todo lo que no siga esa línea heterocentrista y castrante. Por otro lado, el ser humano, teme todo lo que sea ‘diferente’, que rete o sacuda sus construcciones mentales. Es así que no ser heterosexual te coloca en una postura que sabes que traerá profundas complejidades. 

Nuestro lenguaje diario, nuestras dinámicas y socializaciones tienen una homofobia impresa, poderosa e inconsciente. Si desde la niñez o adolescencia absorbiste, se tatuaron en tus cables todos esos juicios y castigos, será duro que aceptes que tú eres ese ‘diferente’. El dolor, el miedo, la sensación de no merecimiento, la inadecuación… vendrán muchas emociones y cogniciones que te insten a invisibilizar eso que hay en ti, y que te enseñaron que está mal. 

No hay NADA malo en ti, y tu orientación genérica es tan natural y real como la heterosexualidad, y hay algo en ti que lo sabe. Sentirte atraído hacia personas de tu mismo género, o ambos, si eres bi, surgió con la misma fluidez en tu expresiograma, en tu ser sexual como surgió en los heteros.

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Aceptar y asumir ya es un paso enorme y plausible. Con ello, surge la obviedad, lo que todo ser humano merece: expresar esa orientación genérica y vivirla. Entonces la parte más compleja comienza en construir esa vivencia, sabiendo que ese mundo heterocentrista y en muchos casos violento, tendrá problema en aceptarlo. Y justo ahí viene un gran punto: ese es problema de ese mundo, no tuyo. No obstante, desde que comenzamos a vivir en grupos, hordas o cualquier tipo de organización que creó en el humano el deseo y necesidad de pertenencia, sabemos que ‘debemos’ integrarnos. 

El primer poder que debes defender es ese: la libertad que mereces de vivir tu preferencia genérica sin culpas. No estás dañando a nadie, ese ‘daño’ que te han vendido, es no más que el lastimar o retar las creencias limitantes de las personas que no tienen la información o la capacidad intelectual para integrar todas las orientaciones genéricas. No más. Y esa debe ser tu bandera. 

Apoyo de personas cercanas

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Comunicarlo, merece que quizás seas orientado por personas que lo han hecho, por profesionales incluso, terapeutas, sexólogos; gente que ha estudiado a profundidad la sexualidad humana. 

Comienza por las personas cercanas que pueden convertirse en tu red de apoyo, como amigos o hermanos. Por lo regular, a los padres o familiares de generaciones anteriores son a quienes les retará más la situación. Porque te aman y todos los padres (aunque lo dudemos) quieren ‘lo mejor’ para sus hijos. Pero, precisamente a ellos les enseñaron que ‘lo mejor’ no incluía a la homosexualidad, el lesbianismo o la bisexualidad.

Elige el momento adecuado

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Es importante que elijas un momento para hablarlo con ellos. Evita que sea en una fecha específica y repetitiva como un cumpleaños, Navidad, Año Nuevo, alguna fiesta específica social, cultural o religiosa. Porque esa fecha quedará ‘marcada’ con un evento que puede significarles dolor o –como antes se dijo- descontrol de sus creencias.

Infórmate

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Llénate de información respecto a tu vivencia, compártela. Pídeles que se integren a través no sólo de la solidaridad o el amor, sino de los hechos y la información. Podrán ver que han tenido creencias o ideologías heredadas sin ninguna razón válida, sólo creadas a partir de medios de control o de dominación que buscan nada más que el rechazo por el rechazo.

Hay libros y material que pueden apoyar. Te recomiendo el libro “Homosexualidad, bisexualidad, travestismo, transgeneridad y transexualidad: Derrumbe de mitos y falacias” de Juan Luis Álvarez-Gayou y Paulina Millán, en donde se explica con muchísima certeza la preferencia genérica; sus diferencias y la fundamentación científica; que en estos casos es de mucha ayuda. 

Decirlo, no debe implicar vergüenza, culpa o el sentimiento de ‘les he fallado’. Con todo amor y compasión (a sus creencias limitantes y constructos sociales), vas a informar que eres gay, lesbiana o bi; no vas a solicitar perdón ni ‘tolerancia’. Nadie tiene por qué ‘tolerarte’, sino saber tu orientación genérica, recuerda que No queremos tolerancia, queremos respeto.

Si no son capaces de respetarla, bien, entonces que no enjuicien, castiguen o creen chantaje o sistemas de convencimiento que pretendan doblegar tus derechos. 

Llega a un acuerdo

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Será un proceso y habrá que llegar a acuerdos. Hay padres o familias que te dirán, ‘Vale, muy bien por ti, pero no quiero verte con tus parejas o saber nada al respecto’. Tal vez en un principio requieran apoyo, ellos mismos, de otros padres de gays o de profesionales. Búsquenla. Derrumbar sistemas de creencias es complejo y al cerebro no le gusta el cambio, requiere de esfuerzo. Pero es posible. 

Adáptate a esas primeas peticiones, siempre y cuando no pongan en riesgo la vivencia por derecho de tu orientación. Decirte, “Te pido que no lo hagas, que te cases con una persona del otro género y finjas que esto no te pasa”, es lo mismo que decirte, te pido que dejes de ser tú y te conviertas en el proyecto que yo tengo en mi cabeza; que pierdas toda integridad y derechos humanos y sexuales. Eso no es aceptable. 

Tener que ‘normalizarte’ para lograr su aceptación es dejar de habitarte y de ser. Nadie puede habitar tu cuerpo salvo tú. Tú eres el único dueño de las expresiones de ese vehículo del que fuiste dotado para experimentar ésta vida; no te desvincules de él. 

Repito, esto puede ser de ayuda, pero es un proceso que requerirá valentía, acuerdos, consenso y sobre todo, una profunda auto aceptación, eliminación de los mitos que pretenden crearte culpa. 

Deseo que todo fluya de manera adecuada y en acompañamiento de información científica y humanística; pero sobre todo, en libertad y respeto. 

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