Faraona, un relato de Regina Favela

3 marzo, 2021 5 mins de lectura
Compartir

Tenía un mensaje en mi celular, que estuviera lista porque me iba a recoger. No puedo hacer preguntas y lo único que tengo que hacer es obedecer. Empaqué el conjunto que me pidió en el mensaje y la esperé. Cuando llegó, había un hombre más en el asiento de atrás, alguna vez ya lo había visto en uno de nuestros encuentros, pero no sabía su nombre. Ni siquiera podemos dirigirnos a ella por su nombre, solo podemos decirle R. Estaba un poco nerviosa, pero el trayecto fue muy corto. Afuera del edificio había unas enormes letras: VP Vintage.

R nos dejó un rato solos en la Super Suite. Nosotros sabíamos perfecto que era nuestro momento para prepararnos. El hombre, no recuerdo bien su nombre, pero creo que R lo llamó T, tenía un cuerpo esculpido por los dioses. Yo estaba ahí solamente por R, pero me resultaba difícil apartar los ojos de él. El conjunto que nos pidió era su favorito, de cuero con argollas y arneses. Después de lo que parecieron ser unos 15 minutos, R entró a la habitación. 

Super Suite del VP Vintage

Cuando entró a la habitación nos pusimos de rodillas frente a ella con la cabeza hacia abajo, no podíamos mirarla hasta que ella nos lo indicara. Arriba, nos dijo, y nos paramos. Nunca la había visto tan imponente, parecía una faraona egipcia, y el cuarto parecía su cámara real, con el león dorado como si fuese su mascota. Ella también se había arreglado para esa noche. Para R, las noches que pasaba con nosotros eran también especiales. Nos besó a cada uno en los labios y se acostó en la cama. Chasqueó los dedos y me llamó. Me paré frente a la cama y obedecí a su orden. Mi tarea era mojarla, prepararla para T. Cuando es nuestro turno podemos hacer casi lo que sea que queramos, excepto cuando ella indique lo contrario. 

Le besé todo el cuerpo hasta llegar a su entrepierna. Mi lengua es muy ancha y pude chuparla completa, saborearla, sentía cómo sus labios y su sexo se hinchaban con cada roce de mi lengua. Estaba haciendo bien mi trabajo. Tomé uno de mis grandes pechos y comencé a masturbarla con mi pezón que ya estaba duro. Nunca le había hecho eso, pero por su mirada y por sus gemidos pude notar que le gustaba. Si hacíamos algo mal, siempre nos lo hacía saber. Cuando llamó a T, supe que era mi momento de terminar. Con una mano me pidió que me pusiera detrás de ella para que pudiera recostarse sobre mí. Al abrir las piernas pude notar que yo también ya estaba empapada y que R se daría cuenta, pues sentiría lo húmeda que estaba cuando se recargara sobre mis piernas. 

Mujeres BDSM

T ya se había puesto duro después de vernos a nosotras, desde hacía varios minutos que él quería unirse a nosotras, pero tenía que quedarse parado sin siquiera fijar la mirada en nosotras, con los brazos cruzados detrás de él. Cuando R lo llamó, T rompió la pose firme, se llevó una mano a la boca y escupió en ella. Llevó su mano a su pene, que me pareció más grande que la última vez que lo vi, aunque era probable que incluso fuera otro hombre, y lo masajeó con su saliva antes de sentarse de rodillas en la cama frente a R. Entró en ella tomándose todo su tiempo, yo podía jurar que lo veía incluso dentro de ella, pero eso era imposible. Comenzó a penetrarla lentamente, disfrutando cada vez que entraba y cada vez que salía. R era muy exigente, no le gustaba que perdiéramos el control cuando estábamos con ella. Ella mandaba y su placer era lo único que importaba. Teníamos que poner atención a su respiración para saber a qué ritmo teníamos que hacer las cosas, y así lo hizo T, prestó suma atención. Sus embestidas se empezaron a volver un poco bruscas, R comenzaba a gritar en vez de gemir, pero no le pidió que parara, así que él siguió. La espalda de R entre mis piernas comenzó a hacer presión justo en el lugar correcto, cada que T la embestía yo lo sentía justo en mi clítoris. Mis gemidos se unieron al unísono con los gritos de R, terminamos al mismo tiempo. 

T no podía terminar hasta que R se lo indicara, por lo que tenía un gran control sobre su cuerpo por no haberse venido cogiendo con R de esa manera. Le indicó que se parara de nuevo frente a ella y me indicó a mí que me pusiera de rodillas frente a él. Lo comenzó a masturbar hasta que le dio la orden de venirse, liberando todo sobre mis pechos, escarchando mi piel morena. 

La faraona había quedado satisfecha. 

¡Dale sentido a tus sentidos!

Te podría gustar: Leche amarga, por Regina Favela