El Rincón del Sacrificio: donde las parejas renacen

12 febrero, 2016 5 mins de lectura
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Ellos cruzaron la puerta ansiosos por sentirse mutuamente al hacer el amor, noté desde una prudente distancia que ella estaba sonrojada y él, por otro lado, mostraba su deseo nada más con mirarla, el rápido tour que dieron dentro de las cuatro paredes que nos acogería a todos durante la sesión pasional fue de mero protocolo.

La luz tenue invadía el dormitorio amueblado con esa fantástica cama circular que iluminada por una exótica luz azul fluorescente, nos hacía la cordial invitación para el desenfrene de todos los participantes y a un costado del lecho del amor, estaba yo.

El contoneo rítmico de los cuerpos y los muy sensuales gemidos resultado del movimiento pélvico de ambos sólo me prendían cada vez más, aunque no entraba aún en acción, ya me sentía parte del momento, es más, ya la podía imaginar sentada en mi, mientras se agarraba fuertemente de mis brazos de acero, por supuesto no la dejaría caer.

Con mi aspecto duro debido a mi propia naturaleza, pero tan suave como la seda, la recibí gustoso y ¿cómo no estarlo? Si empezaba a disfrutar el curvilíneo cuerpo de una mujer gloriosa, que emanaba una excitación casi pueril.

Podría decirles que mientras se desnudaban frenéticamente, la impaciencia me carcomía pero no fue así. El mirarlos y escucharlos sumados a la imposibilidad de no poder tener a los amantes a mi inmediata disposición me provocan un placer tan inmenso que de sólo acordarme.… bueno, no quiero arruinarles el final.

La primer posición que juntos experimentamos fue la llamada Trono de la Reina, qué delicioso fue ver como enredaba su cabellera en sus manos, escuchar sus ¡OH, OH, OH! Desesperados por albergarlo en su interior; podía sentir las contracciones de su amante, la rigidez de sus piernas dobladas y la impotencia de sus brazos extendidos mientras nuestra amante hacía de nosotros unos muy profesionales utensilios de satisfacción.

Atrás, adelante, adelante, atrás, arriba, abajo, la cadencia de sus caderas pasó de ser suave a ser rápida, intensa, y la sensualidad que sólo una mujer desnuda derrocha, relució cuando al final de la primera ronda curveó su espalda con un ligero ¡Uf!

Unos shots del servicio a la habitación y unos ligeros, pero bien merecidos snacks nos prepararon para la segunda vuelta en la que fue ella nuestra frágil receptora, quiero decir que sentirla sobre mi mientras sostenía sus brazos abiertos fue todo un honor. La incertidumbre también nos acompañó en nuestra sesión sexual, pero en lugar de cohibirnos, nos motivó a ser más creativos así que él puso su corbata sobre sus ojos dejándola en la perdición total y lista para echar andar la imaginación ¡Qué hábil mi buen amigo!

El jugueteo y los rodeos siempre son favorables para llegar al éxtasis, unas caricias en su entrepierna, en su cuello, quizá alrededor de sus pechos y la región axilar son técnicas infalibles para el desborde pasional y más cuando la adrenalina de lo incierto invade los cuerpos.

Por fin él se hincó dejándome ver que lo mejor estaba por llegar, acercó su rostro a su feminidad, quien soltó un sorpresivo y corto ¡Uuhh! – el preámbulo de lo que sería una sonata de gemidos, capaz de volver loco al ser humano más cuerdo- mientras abría sus piernas para recibir la frágil cabeza de él, la cual fue abrazada por sus largas extremidades.

El gesto fue bien apreciado con un suave agarre de su cadera en la que él la acercó más hacia su rostro.

¡Uh! ¡uh! ¡ah! ¡oh! ¡mmm! fueron algunas de las expresiones que ella gritó mientras su cuerpo pequeño y sudoroso se retorcía sobre mi, la fuerza de sus brazos por querer acariciarlo no me debilitaron, al contrario la sujete mejor, quería hacerle saber que estaba segura conmigo.

Cuando la sonata terminó ella quedó extenuada al igual que él, y con un ágil movimiento de manos la desató, pero con ganas de seguir así que me mantuve en mi lugar, impasible, esperando una tercera ronda o quizá unos nuevos acompañantes, el tiempo lo diría.

La cama circular fue la última parada que hicieron antes de irse, El Deleite fue la posición elegida para cerrar la jornada, yo sólo podía escuchar e imaginar como él la dominaba íntimamente mientras la abrazaba con fuerza de su cadera y ella le devolvía el gesto aferrada también a él pero con las piernas.

Las confesiones y los suspiros fueron ecos lejanos que acompañaron el erotismo y la sensualidad de esa noche, pero el único privilegiado de llevar al cielo a esa pareja fui yo, el Rincón del Sacrificio.