Cómo hablar con mi pareja de nuestra relación… cuando él no quiere hablar

17 agosto, 2016 8 mins de lectura
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Hablar de nuestra relación de pareja nos vulnera a todos. Ese típico “tenemos que hablar”, en automático nos alerta las defensas, y nos predispone a encontrar razones y pretextos; e incluso argumentos que reconocemos como válidos. Como si nuestros cerebro dijera “Ah, vale, ¿quieres hablar?, ¿quieres que comencemos a sacar la ropa sucia?… prepárate, porque yo te tengo una lista interminable”. Y entonces comenzamos desde ese lugar, en cerrazón y necesidad de huir de lo que nos responsabiliza y nos lastima. Porque claro, el que nuestra contraparte desee ‘quejarse’ (porque así lo tomamos), nos traslada a memorias que nos duelen, nos recuerdan esa vocecita de ruido interno que nos picotea “Eres mala, malo como pareja, y aquí viene la reprimenda”. Tal como cuando nuestros padres nos hacían sentir pésimos hijos o estudiantes.

Es hora de cambiar la dinámica. Para nosotras, hablar no siempre es tan complejo, nuestros cables nos instan a expresar (y en ocasiones, o casi siempre abusamos de ello): queremos decir y decir, y dar largas cantaletas, reiterar, recordar, sacar cosas a flote de hace siglos. Pero su cerebro comunicativo es más básico, necesita literalidad y simpleza.

Las dobles palabras con ellos no sirven, el “te digo que no tengo nada para que me insistas y según yo podamos establecer un canal de charla”, no funciona. Tú dices no tengo nada y para él es “Ella no tiene nada”. O, típico, “le digo que ya no me siento cómoda en el sitio donde estamos y que me lleve a mi casa, para que él entonces reaccione y me ruegue que me quede y así yo pueda expresar la lista de molestias que me han llevado a decirle que me quiero ir”, tampoco funciona. Para él “No estoy cómoda, quiero irme a mi casa”, es eso “Ella no está cómoda y quiere irse a su casa”.

El meollo es que ya nos instalamos culturalmente en esa dinámica de “comunicación”, y vaya que vale entrecomillarlo porque ahí no la hay; mucho menos contacto real.

De inicio, las claves:

  1. No lo anuncies, el “quiero hablar contigo” le va a arrugar los testículos, a irritarlo y a ponerse en guardia.
  2. Si es un tema de cama, jamás lo toques en la cama; ni antes ni después del sexo. Eso contamina, y por mucho tiempo, la conexión sexual y nuestra honestidad como amantes, porque la siguiente vez que estemos entre sábanas nos trasladaremos a un “Esto va a terminar en bronca o discusión”.
  3. No comiences ni llorando (o haciendo muecas que anuncian que estás a punto de estallar en lágrimas), ni enojada (que parece que estás por sacar la katana y rebanarlo en dos). Date espacio para sentirte relajada y neutral para entonces poder respirar y encontrar las palabras adecuadas.
  4. No es un niño, ni tu hijo, bájate del tren del regaño. Y tratar el tema con compasión no consiste en endulzarlo con motes y tonitos de voz aniñados. Sólo lo harás sentir estúpido y atacado.
  5. Tener compasión para tratar el tema consiste en comprender desde su vitrina. En serio, trata de entender por qué ha actuado así o dicho ciertas cosas. Todo, hasta la cosa más puerca que te haya hecho tiene una explicación a la cual ponerle compasión. ¡Ojo!, que compasión es comprenderlo pero si sus actos te lastiman una y otra vez no significa que debas aceptarlos “por bondad y compasión”. Puedes comprenderlo pero no por ello tienen que venirte bien y quedarte ahí a seguir recibiendo tu dosis de porquería.
  6. Trata el tema con humor. En serio. Con cotidianidad y cercanía, ambos han estado involucrados, se conocen; salgan del rol de la mujer enojada o el hombre que se puso de víctima o de digno. Sean honestos, digan lo que están sintiendo. No hay por qué pretender.
  7. Decir “Siento esto, me confunde tal cosa, me desconcertó esta situación”, es muy distinto –y mucho más eficiente- que decir “Me hiciste, me dijiste, me heriste”. En especial porque –y esto arde- nadie puede ‘hacerte’ nada, tú decides cómo reaccionar ante ello. Tú le diste ese poder, es tu responsabilidad cómo te sientes. Y nadie dice que la otra parte no haya actuado mal, pero es importante que comprendas que no es lo mismo “Cómo me siento o me hizo sentir él”, a “Qué hizo”. Porque créeme hay cosas que la gente hace y a unos nos lastiman más o menos que a otras porque eso depende de nuestra historia de vida y nuestras memorias.

Todo lo anterior va a fomentar que tu pareja realmente se sienta cómoda para hablar, porque sentirá un mood mucho más cómplice, y donde se pueden encontrar soluciones. Nadie se cierra como cajón –aunque sea tímido y ‘de pocas palabras’- sin ninguna razón. Casi siempre porque la dinámica no permite llegar a acuerdos y termina por acostumbrarse a dejar pasar la situación, a que las cosas ‘se acomoden solas’. Pero tú y yo sabemos que no se acomodan y un día explota el cúmulo de temas inconclusos que nos han ido lastimando o cansando.

Y… no todo es hablar. Abre tus oídos

Usa la comunicación pasiva. Un concepto básico que soporta toneladas de realidad y que puede ser tan sutil, tan invisible que pensamos que está presente en nuestra vida de pareja, cuando quizás ya lo exiliamos hace años. Y aunque suene ilógico es mucho más activa de lo que creemos.

Esa base de comunicación ‘pasiva’ consiste en escuchar y entender. Escuchar tanto como sea necesario hasta comprender a la contraparte. Por lo regular tenemos un concepto de comunicación basado en hablar, en expresar y todo tipo de literatura nos insta a abrir la boca, desde cómo comenzar y cómo elegir el lugar y momento idóneos para dejar correr nuestro verbo.

Sin embargo, no comprendemos que los cimientos de la expresión sexual verbal está en prestar todo oído, todo tímpano y atención consciente al sentir, desear o temer de nuestra pareja o compañero sexual. Damos por hecho que aquello que a nosotros nos angustia, o causa placer encaja con sus percepciones.

Obvio, como todo circuito requerirá que uno hable, pero se genera un cambio vertebral cuando decides ENTENDER. Esa es otra, no sólo dejar hablar sino de verdad querer entender como si trataras de revelarte el silogismo más complejo de la historia. Como si sus palabras fueran un axioma, es real y evidente porque es lo que siente. El que no compartas su opinión no quiere decir que su verdad no tenga validez, o que sea falsa.

Y no te defiendas, no te victimices. Tal vez tu pareja dirá cosas que te vulneren pero trata de entender qué es lo que siente, no lo que te está haciendo sentir con sus palabras. Y tómate tanto tiempo para entender como sea necesario. Tal vez a ambos les tome días que sus ideas vayan tomando conclusiones en sus cerebros. No trates de arreglar todo en ese momento. Tal vez necesiten aire y espacio para entender del todo. Todas hemos tenido esos momentos de “Ajá, ya entiendo lo que pasa dos días después mientras vamos caminando por la calle”.

Comprendo, estás abierta a escuchar, pero la otra parte es una tumba. Ok, de nuevo, compasión. Haz preguntas simples con respecto a eso que estás detectando que no está funcionando en su vida de pareja. ¿Qué sientes? ¿Qué necesitas? ¿Qué puedo hacer? Da soluciones. No comiences a plantear un conflicto, nunca comiences con “Creo que esto no está funcionando, ¿qué hacemos?”. Nunca. Es probable que se defienda y diga que todo está bien y que si el que se queja eres tú, la bronca es tuya.

Y si eres tú quien habla, comienza por hacerte responsable. No sólo porque cada quien es responsable de sus emociones, sino porque en ese orden podrás hacerte escuchar y crear complicidad e INTIMIDAD. ¿Qué es lo que tú has decidido interpretar, sentir, hacer, decir, pensar para que llegaran a eso? Ahí les encargo sus orejas y su mente abierta.

“APRENDE A ESCUCHAR. DEBAJO DE CADA PALABRA, HAY OTRAS PALABRAS”. Alejandro Jodorowsky

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