Día Internacional contra la homofobia: celebremos las diferencias.

17 mayo, 2016 4 mins de lectura
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Han pasado 50 años desde que George Weinberg acuñara el término “homofobia” por primera vez en 1966 y es vergonzoso y preocupante que hoy en día siga siendo vigente; no sólo eso, sino que aún sea el pan nuestro de cada día para millones de personas que optan por vivir fieles a sí mismas.

La palabra “homofobia” se define como: “aversión hacia la homosexualidad o las personas homosexuales” ¿Puede acaso ser esto una justificación para atentar física y psicológicamente contra los derechos humanos de nuestra propia raza? Por supuesto que no.

El ser humano, en su intento por entender la realidad, necesita de etiquetas que le den significado a su mundo; estas ideas preconcebidas son heredadas de generación en generación y, por si fuera poco, cada día son expuestas a una violenta ola de interpretaciones que generalmente no se basan en nuestras libres reflexiones, sino en lo que nos dice la sociedad que está bien. De pronto olvidamos que la única realidad es que todo es subjetivo: nos guste o no, nada es categóricamente bueno o malo.

Cuando atravesamos la etapa de la adolescencia, ¿acaso no clamamos a todo pulmón “quiero vivir mi vida”? ¿No enfrentamos a nuestros padres para obtener la libertad de comenzar a forjar nuestro propio camino? Entonces, ¿por qué al crecer y tener, en teoría, un mayor entendimiento sobre las diferencias conductuales que hay en cada ser humano, tendemos a juzgar aquello que no está dentro de nuestro código de lo políticamente correcto?

La respuesta es muy sencilla: desafortunadamente, en nuestra sociedad abundan las personas o instituciones con una doble moral que condenan todo aquello que sale de sus códigos de comportamiento. Nuestro reto como seres conscientes e inteligentes es luchar contra el no-pensamiento, contra todo aquello que no respete la condición humana del otro.

¿Por qué es tan difícil vivir y dejar vivir en paz?

Una vez asimilado y entendido que nuestro mayor defecto como sociedad es la incapacidad de reflexión y de respeto, podemos dar respuesta a tan apremiante cuestión: es difícil porque prima la intolerancia, porque hay quienes no nos atrevemos a salir y enfrentar los modelos y los cánones “aceptados”, y es entonces cuando levantamos nuestro dedo índice y señalamos a aquel cuyo único delito fue “abrir sus brazos fuertes a la vida”, como diría El Poeta de la Canción, Napoléon.

Hacemos todo un escándalo porque dos personas del mismo sexo pueden casarse, porque algún personaje público “sale del closet” o porque un artista se atreve a plasmar sin tapujos la sexualidad humana. Vivimos una cultura del espectáculo, y la sexualidad – y por consiguiente las preferencias sexuales diferentes- se han vuelto parte del show. Por eso nos cuesta trabajo verla como algo natural.

Somos sólo humanos queriendo vivir de la mejor forma posible, sobreviviendo en un mundo que ya de por sí nos plantea interesantes obstáculos como enfermedades y fenómenos naturales que nos destruyen, por mencionar algunos ejemplos.

La diversidad cultural y sexual -que nos regala los más bellos matices para obtener una apreciación distinta de la normalidad-, es la clave para que, sin ser genios antropológicos, nos demos cuenta de que nada tiene que ajustarse forzosamente a nuestros criterios, celebremos la diversidad no con una marcha en un día específico, celebremos cada día que somos entes distintos y particulares con ideas y pensamientos que merecen ser respetados y escuchados.

Ser tolerantes frente a la homofobia no es más que aprender a aceptar las particularidades de cada ser humano; esta tolerancia debe ser bidireccional poniendo de manifiesto que todos luchamos por alcanzar una casi utópica plenitud emocional.

No debe haber exclusiones ni de género, ni de raza, edad o preferencia sexual puesto que en la invariable lucha de lo que consideramos normal y anormal, los juicios que se emiten casi siempre son críticas severas a lo que no va de acuerdo con nuestro propio código de comportamiento.

Vive sin prejuicios, vive libre, disfruta de tu sexualidad y de todo lo que conlleva el estilo de vida Kinky. Asume con responsabilidad y respeto cualquier cosa, hecho o persona que te haga gozar de todo lo que te rodea; así tu cuerpo y mente estarán en armonía, ¡vivirás y dejarás vivir!

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