2 poemas de José María Fonollosa

14 diciembre, 2016 2 mins de lectura
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Gracely Square

Es un hermoso cuerpo ese que viene

hacia mí. Se detiene. Y me sonríe.

 

Qué bella esa sonrisa roja y húmeda

que se abre, como un sexo a mí ofrecido,

para preguntar algo que no entiendo.

 

Miro sus ojos claros. Pienso, mientras,

que su maravilloso cuerpo late

junto a mí. Están sus senos cercanísimos

a mi pecho y el vello en su entrepierna

se apretará, oprimido por las bragas,

que adivino adorables y minúsculas.

 

Y como un ruiseñor sonidos dulces

gorjea su garganta a mis oídos.

 

Ese increíble cuerpo habla conmigo.

Le respondo: «No sé». Se aparta el cuerpo

y veo que se alejan las caderas

más perfectas de todo el universo.

He de aprender inglés. Ahorita mismo.

Mulberry Street

Dicen que arrodillarse es humillante.

Que es esta posición la del vencido,

del sumiso, del vil, del que renuncia

a la última esperanza de salvarse.

 

Que estar arrodillado en una calle,

en un templo o salón, afrenta incluso

a aquel que lo contempla y no lo impide.

 

Como afrenta una bomba que no estalla

a quien confiaba actuara su explosivo.

 

Sí. Es innoble actitud arrodillarse

delante de otro ser, cuando el sujeto

es pasivo. Mas no si éste es activo.

 

Porque hay una excepción en que es victoria,

gozo y satisfacción esta postura:

cuando el sexo la exige ansiosamente.

Entonces es divino arrodillarse.

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