En este bello poema, la ganadora del Pulitzer de poesía nos transmite, a través de inusuales imágenes, el poder de un beso.
Mi boca florece como un corte.
Me han agraviado todo el año,
tediosas noches,
solo brutos codazos en ellas
y cajas delicadas de pañuelos gritando
¡llorona,
llorona, estúpida!
Hasta ayer mi cuerpo era inútil.
Ahora se está rompiendo por sus picos y
esquinas.
Está rompiendo las prendas de la vieja Mary,
nudo a nudo
y mira, ahora está todo invadido por esos
rayos eléctricos.
¡Zumba! ¡Una resurrección!
Érase una vez una barca, toda de madera
y sin tarea, ni agua salada debajo
y necesitada de alguna pintura. No era más
que un montón de tablas. Pero tú la izaste,
la aparejaste.
Ella fue elegida.
Mis nervios están encendidos. Los oigo como
instrumentos musicales.
Donde había silencio
tocan sin cesar los tambores, las cuerdas.
Tú lo hiciste.
La obra de un puro genio.
Cariño, el compositor ha penetrado
en el fuego.
¡Dale sentido a tus sentidos!
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