Dos poemas eróticos de Amalia Iglesias

14 agosto, 2019 2 mins de lectura
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Imán de ti

Cuando te pienso se desatan atractores extraños,

mi cuerpo se desplaza,

se hace trizas en todas direcciones para encontrarte.

Y así vuelvo a nacer cuando te abrazo.

En el microclima de tu piel

mis briznas se conjugan con verbos desconocidos,

se recomponen

lejos de las palabras párvulas y huérfanas.

Así vuelvo a nacer 

con los poros imantados de ti.

Tu piel tira de ellos en la distancia.

Hundo mis pies en tu océano,

me abandono a la química de las pasiones,

y a un solo movimiento tuyo

se ordenan mis hormonas, mis células, mis glándulas,

en el concierto del deseo sin ataduras 

ni sintaxis.

Y creo más en ti 

que en el silencio sobrecogido de las catedrales.

Contigo sobrepaso el umbral de todas las incertidumbres,

en ti el cobijo, el dintel,

mi bóveda, mi ménsula, mi arquitrabe gozoso,

me edificas, me construyes, me sostienes.

El metropolitano ruge debajo de mi casa

como un dragón de horario estremecido

y yo me protejo en la fortaleza de tus extremidades,

vadeo un río toda la noche para buscar el refugio de tu origen.

Tú mi atmósfera, mi espacio abierto

para entrar y salir sin centinela.

Traes un aire nuevo entre tus labios

y ya no sé respirar fuera de ti.

Cuando tú no estás

el cielo detiene sus hélices de plomo,

se enrarecen las palabras

y no saben decirte.

Poema IV

La sed  del río,

la sed que arrastra y precipita los nombres

cuando vas a decir las voces que te quedan

y su espiral confunde tu paraíso intacto.

Un mar de trigo se mece en tus venas,

injerto de nadador y náufrago,

fugaz el cuerpo

que nunca vuelve a ser el mismo en ese instante.

Para que pueda amanecer en tu frágil memoria

el aire frío de este invierno cicatriza los versos,

su herida sabe que va a beber al mar,

se abisma su azul

en el azar del horizonte.

¡Dale sentido a tus sentidos!

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