Poesía ecuatoriana de amor y erotismo

1 agosto, 2019 2 mins de lectura
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Un hombre que pasa,

de Aurora Estrada y Ayala

Es como un joven dios de la selva fragante,

este hombre hermoso y rudo que va por el sendero;

en su carne morena se adivina pujante

de fuerza y alegría, un mágico venero.

 

Por entre los andrajos su recio pecho miro:

tiene labios hambrientos y brazos musculosos

y mientras extasiada su bello cuerpo admiro,

todo el campo se llena de trinos armoniosos.

 

Yo, tan pálida y débil sobre el musgo tendida,

he sentido al mirarlo una eclosión de vida

y mi anémica sangre parece que va a ahogarme.

 

Formaríamos el tronco de inextinguible casa,

si a mi raza caduca se juntara su raza,

pero el hombre se aleja sin siquiera mirarme.

 

Los tiempos jubilosos,

de Violeta Luna

1. 

Aunque la piel se gaste

yo quiero despertar y hallarte cerca,

contigo amanecer día tras día.

Yo quiero detenerte,

quedarme en tu mirada para siempre. 

2.

Y cuando caminemos 

y el aire nos divida

o se atraviese el miedo

serán tus ojos únicos

los que me den la mano. 

3. 

Nos habla esta ciudad

con un idioma de alas y barcos,

esta ciudad de Seatlle

en donde resucitan los recuerdos.

Esta ciudad azul

tiene un costado ardiente

y tiene mil esquinas 

en donde se han amado nuestros pasos. 

4.

Hoy puedo agradecerte

por esta mariposa de placer, 

por esta gota ardiente 

que pones en mi piel alucinada, 

por esta luz de fresas

que traes en la punta del silencio.

Te doy amor las gracias

por este nuevo vino que me ofreces.

¡Dale sentido a tus sentidos!

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