2 poemas de Roberto Fernández Retamar

Enriquece la experiencia sexual. Explora el arte de la seducción, fantasías y fetiches a través de consejos y tendencias que mejoran la intimidad y el placer.

24 julio, 2019 3 mins de lectura
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Está

Ella está echada en la penumbra humedeciendo la

madrugada inicial.

Hay un jardín en ella y él está deslumbrado en ese jardín.

Florece entera para él, se estremecen, callan con el mismo

rumor.

La noche va a ser cortada por un viaje como por una

espada.

Intercambian libros, papeles, promesas.

Ninguno de los dos sabe aún lo que se han prometido.

Se visten, se besan, se separan.

Ella sale a la oscuridad, acaso al olvido.

Cuando él regresa al cuarto, la encuentra echada en la

penumbra húmeda.

Nunca ha partido, nunca partirá.

Con las mismas manos

Con las mismas manos de acariciarte estoy construyendo

una escuela

Llegué casi al amanecer, con las que pensé que serían

ropas de trabajo,

Pero los hombres y los muchachos que, en sus harapos

esperaban

Todavía me dijeron señor.

Están en un caserón a medio 

derruir,

Con unos cuantos catres y palos: allí pasan las noches

Ahora, en vez de dormir bajo los puentes o en los portales.

Uno sabe leer, y lo mandaron a buscar cuando supieron 

que yo tenía biblioteca.

(Es alto, luminoso, y usa una barbita en el insolente 

rostro mulato.)

Pasé por el que será el comedor escolar, hoy sólo 

señalado por una zapata

Sobre la cual mi amigo traza con su dedo en el aire 

ventanales y puertas.

Atrás estaban las piedras, y un grupo de muchachos

Las trasladaban en veloces carretillas. Yo pedí una

Y me eché a aprender el trabajo elemental de los 

hombres elementales.

Luego tuve mi primera pala y tomé el agua silvestre 

de los trabajadores,

Y, fatigado, pensé en ti, en aquella vez

Que estuviste recogiendo una cosecha hasta que la 

vista se te nublaba

Como ahora a mí,

¡Qué lejos estábamos de las cosas 

verdaderas,

Amor, qué lejos —como uno de otro—!

La conversación y el almuerzo

Fueron merecidos, y la amistad del pastor.

Hasta hubo una pareja de enamorados 

Que se ruborizaban cuando los señalábamos, riendo, 

Fumando, después del café.

No hay momento

En que no piense en ti.

Hoy quizás más, 

Y mientras ayude a construir esta escuela 

Con las mismas manos de acariciarte.

¡Dale sentido a tus sentidos!

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