Dos poemas pasionales de Karoline von Günderrode

3 julio, 2019 3 mins de lectura
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Amor en todas partes

¿Puedo guardar en mi corazón tan cálidos deseos?

Contemplar las coronas de flores de la vida,

y pasar frente a ellas sin llevar yo ninguna,

¿y no debo, además, despertar a la desesperación?

¿Renunciaré, orgullosa, al deseo más querido?

¿Debo, temeraria, entrar al reino de las sombras,

implorar a otros dioses otros placeres,

acaso pedir nuevas delicias a los muertos?

Descendí, pero incluso en el reino de Plutón,

en el lecho de las noches la pasión arde;

anhelantes, las sombras se inclinan ante otras sombras.

Pues perdido está aquel sin fortuna en el amor,

e incluso aunque descendiera a la laguna Estigia,

en el fulgor del cielo, seguiría sin olvidar.

Dedicatoria

En horas mudas, graves, te hice una guirnalda,

en soledad sagrada, de pensamiento absorto,

con flores extraídas de edades diferentes,

abiertas para mí.

Ahora sé por ti mismo, el sentido logrado,

que sólo se vislumbra en el fondo del cáliz,

visible en las miradas de ojos instruidos,

espíritus callados.

Así en Oriente, trenzan guirnaldas las muchachas,

guirnaldas de colores, para el encantamiento,

que las flores disputan,

y uno se hace consciente de la hondura sentida,

como símbolo externo, que habla y calla sincrónico,

pero es signo constante.

Karoline von Günderrode, víctima de su propia pasión desenfrenada

Karoline conoció al amor de su vida, el filólogo y mitólogo Georg Friedrich Creuzer, y a su mujer, en 1804, sin embargo, el matrimonio de Georg no fue un impedimento para que mantuvieran una relación secreta en la que prometieron amarse hasta la muerte. Incuso, se escribían cartas en griego para evitar que la esposa de Creuzer se enterara de su relación. En una ocasión, Caroline le propuso a Creuzer huir con ella. Él no aceptó y tiempo después, Creuzer se reconcilió con su esposa y se lo anunció a Caroline, no personalmente, sino por un intermediario.

Desesperada, Caroline escribió su último poema, dedicado a Creuzer: “Amor En Todas Partes” y, a las riberas del Rin, atravesó su propio corazón con un estilete de mango de plata. Al día siguiente descubrieron su cadáver flotando en el agua con un vestido rojo y una toalla llena de piedras. Solo tenía 26 años.

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