Un poema erótico de Arthur Rimbaud

28 noviembre, 2018 1 min de lectura
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Primera velada

de Arthur Rimbaud

Desnuda, casi desnuda; 

y los árboles cotillas 

a la ventana arrimaban, 

pícaros, su fronda pícara.

Asentada en mi sillón, 

desnuda, juntó las manos. 

Y en el suelo, trepidaban,

de gusto, sus pies tan parvos.

-Vi cómo, color de cera,

un rayo con luz de fronda 

revolaba por su risa

y su pecho -en la flor, mosca,

Besé sus finos tobillos. 

Y estalló en risa, tan suave,

risa hermosa de cristal, 

desgranada en claros trinos…

Bajo el camisón, sus pies

-¡Basta, basta!» -se escondieron. 

-¡La risa, falso castigo 

del primer atrevimiento!

Trémulos, pobres, sus ojos 

mis labios besaron, suaves: 

-Echó, cursi, su cabeza 

hacia atrás: «Mejor, si cabe…!

Caballero, dos palabras…»» 

-Se tragó lo que faltaba 

con un beso que le hizo 

reírse… ¡qué a gusto estaba!

-Desnuda, casi desnuda; 

y los árboles cotillas 

a la ventana asomaban, 

pícaros, su fronda pícara.

¡Dale sentido a tus sentidos!

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