Llámame, de Say Michelle

29 agosto, 2017 4 mins de lectura
Compartir

Me gusta cuando cae la noche y es momento de pensarte. Me gusta imaginarte, recordar tus besos y los caminos que has trazado con ellos y tus manos por mi cuerpo. Me gusta volverlos a transitar pensando que eres tú quien lo hace una vez más.

Mis ganas de tenerte cerca van aumentando poco a poco, mi respiración se empieza a acelerar pero a su vez me falta el aire…

La atmósfera me transporta a ti, a un lugar donde estamos solo tú y yo, nos miramos… Te tengo tan cerca, que puedo respirar tu mismo aire.

El deseo se nota en nuestras miradas, hay un fuego diferente en nuestros ojos, nos queremos la una para la otra, en ese momento se vuelve necesario tenernos así de cerca.

Tomas la iniciativa y me susurras al oído que me quieres… aunque no me dices para qué. Pero lo imagino, lo siento, sé lo que va a pasar.

Mi cuerpo comienza a reaccionar, se vuelve loco por dentro, te desea…

La forma en que vas desabrochando mi pantalón me seduce. Lentamente, lo deslizas hacia abajo y mi piel al contacto con tus manos se eriza, hierve… Hierve de nervios, de deseo, de ti y de tenerte cerca. Cada poro de mi piel se vuelve receptivo a tus caricias…

Regresas a mí, a besarme como solo tú sabes hacerlo, me muerdes… ¡Maldita mezcla adictiva de dolor y deseo!

No quiero dejar de besarte nunca pero el momento pide más… me concentro en tu camisa, la desabrocho lentamente, sin perder el contacto con tu mirada.

Mis latidos, como los tuyos, van cada vez más rápido, nos recorre una adrenalina diferente… tu ropa comienza a caer al suelo y te deslizo hacia la cama…

Comienzo a trazar nuevos caminos en tu cuerpo, mis caminos…. con besos, haciéndome dueña de cada espacio de tu cuerpo, lo exploro, lo conozco, lo siento y no me queda duda de que tu aroma me envenena.

dos mujeres se miran

Los papeles cambian, ahora eres tú quien con una inquietud diferente desabrocha lo poco que me queda de ropa y la desaparece con movimientos rápidos…

Y ahí estamos, listas, dispuestas… Me recorres de pies a cabeza y no hay nada más afrodisíaco y erótico que escucharte así, excitada, con la respiración acelerada por y para mí.

Dejo que hagas conmigo lo que quieras, soy tuya y más en ese momento en el que mi cuerpo y mi ser están a tu disposición… me entrego sin pensarlo al deseo que existe entre nosotras, es imposible detenerlo…

Si nuestros cuerpos irradiaran luz, esta habitación podría ser competencia del sol definitivamente. Existe una conexión provocativa al sentirnos, al besarnos… me gusta cómo tus manos van tatuando tus caricias sobre mí…

Me sorprende cómo mi cuerpo se alista inmediatamente para comenzar a sentir placer. Con tu mano, me vas llevando a lugares inexplorados en mi mente… eres un afrodisiaco natural, verte desnuda me excita de una manera que no sabía que se podía sentir.

Mis caderas se arquean inevitablemente, está llegando el momento, lo consigues rápido… de una manera tan tierna como sensual que me hace desear que no acabe nunca.

Transformas horas en eternidades llenas de gemidos, sudor, caricias y besos repartidos…

No hay nada que desee más en esta vida que quedarme ahí, atrapada entre tu cuerpo y lo mucho que lo deseo.

Mi cuerpo explota y ahogas mi gemido con tus besos, cuando te alejas un poco de mi cara puedo ver tu sonrisa victoriosa y perversa de haber conseguido lo que querías de mí, esa sonrisa perversa que quiero ver toda la vida… No pasan de las doce. Nos miramos una vez más, no puedo evitar besarte, sonríes y nos recostamos en la cama, un tanto agotadas, con la intención de descansar de esta noche larga…

Regreso a la realidad, mis ojos se abren y sonrió de pensar en lo que he estado imaginando… Te marco, quiero escucharte pero tu celular suena ocupado.

No me hubiera gustado dejar esto en un mensaje de voz pero… “Si en cuanto lo escuches, alguna parte de tu cuerpo me necesita cerca, llámame. Yo estaré esperando tu llamada”

Si disfrutaste de este relato, te podría interesar: Las 6 mejores posiciones del Kamasutra lésbico